domingo, 22 de septiembre de 2013

ADOLESCENTES MONOSILABICOS


 ADOLESCENTES MONOSILABICOS





 
Mi buena amiga Manuela me dice que para su hijo mayor soy toda una institución. Y a mí se me cae la baba. Tiene cinco años y no vivimos en la misma ciudad pero cuando lo visito, a él y a su familia, pasamos muchas horas juntos, jugando y hablando. Este verano hemos estado buscando tesoros en la playa, buceando,  sorteando olas que él encuentra gigantescas pero que no levantan ni dos palmos y hablando de delfines, tiburones, caballitos de mar y medusas. Mientras lo llevo de la mano, una de sus manos agarrada a la mía, la otra con una espada de pirata que le acabo de regalar, vamos conversando y él habla y habla sin parar.  Así que cuando su mamá me cuenta que ayer tuvo que cerrar el grifo porque el niño le riñó, “la tía Anouk dice que no se tiene que gastar tanta agua”, aparte de sentirme la mujer más feliz del mundo sonrío con nostalgia, una nostalgia prematura porque sé que esta devoción se acabará algún día y este niño tambien será un adolescente monosilábico, como la gran mayoría.

La infancia, los niños. Me pregunto muchas veces cuando se convierten en adolescentes, donde quedaron aquellas almas felices e inocentes. Cual fue el punto de inflexión entre conversaciones sobre animales y granjas y conversaciones monosilábicas y en las cuales, si se te ocurre gastarles un broma, te miran como si tu coeficiente intelectual fuera menos cero.Y tú tienes que esquivar esa mirada y no demostrar bajo ningún concepto que se te está acabando la paciencia y que a punto estás  de darles un berrido. Como se pasa de que te imiten en todo a que no les venga demasiado bien que te pares mucho rato a hablar con ellos si te los encuentras por la calle y están con sus amigos.

Hoy me decía una amiga que a su hijo de 13 años  le han obligado, a la semana de empezar el colegio, a que cada día cuente a sus padres una historia de algo que le haya pasado allí “me da igual que se la invente” me dice “ pero que nos cuente algo, lo que sea, apenas habla con nosotros”. Y es que preguntes por donde preguntes, escuches las conversaciones que escuches y mires un poquito a tu alrededor, la tónica es la misma.  

Así que, querida Manuela, voy a seguir alimentando el ser una institución para tu hijo, le voy a seguir llenando la cabeza de cofres con monedas de oro, de piratas, de entrenadores de orcas y de  dientes de tiburón. Y así tu hijo volverá a dibujarme como una buceadora entre animales marinos y yo colgaré su dibujo en la nevera. Todo esto con vistas a que, dentro de unos años, tu hijo y yo estemos sentados en una misma mesa, le pregunte algo y él, sin levantar la vista del correspondiente aparatito tecnológico de moda que tendrá entre las manos, me conteste con un seco SI que me hará entender que debo callarme, dar por zanjada la conversación y hacer algo tan simple como esperar a que pasen los años.


viernes, 6 de septiembre de 2013

DO YOU SEPTEMBER?



 DO YOU SEPTEMBER?





Septiembre es el mes de las ilusiones. En mi cabeza y en mi personal calendario todo vuelve a empezar en este mes.
Vuelta  a la rutina, que no negaré que me encanta. Mis horarios, mis actividades, mis amigos que han vuelto de vacaciones y de viajes por aquí y por allá, mi gente, mi familia, cada uno por un sitio durante el verano y reunidos de nuevo en septiembre. Gente en el tranvía que me lleva al trabajo, tranvía en el que más de un día de agosto fuí completamente sola; gente y coches por la calle, bullicio de vuelta al cole en la ciudad. Todavía buen tiempo que ya no sofocante calor de estío, todavía horario de verano y aunque el día ya no alarga tanto, todavía horas de sol para poder disfrutarlas.

Dentro de mi personal calendario, cada septiembre es como si me dieran un folio en blanco, metafóricamente hablando. Un folio por llenar de las imprevisibles cosas que la vida te trae y también de cosas conocidas, planteadas y controladas pero no por eso menos emocionantes, algunas también un rollazo, no lo vamos a negar. A otras personas  este folio en blanco les llega en navidad, con fin de año y es entonces cuando llegan los buenos propósitos, esos que, sea septiembre, febrero, junio o diciembre se suelen ir muriendo por el camino. Y a otras, probablemente una gran parte, no les llegará nunca y considerarán  que esta historia del folio en blanco y de un año de proyectos e ilusiones es una  absoluta chorrada  y  que tal como están las cosas bastante tienen con que en su casa se coma y con levantarse con trabajo, así que cuando se acuestan lo último que piensan es en si escriben en un folio en blanco o en un folio en amarillo porque lo que quieren es dormir para, a la mañana siguiente, encontrarse descansados y seguir trabajando por cuatro duros, que es por lo que se trabaja ahora. Eso el que trabaja.

Pero a mí, con mis problemas, mayores o menores que los de otros pero al fin y al cabo problemas, desde que tengo uso de razón la llegada de septiembre, el noveno mes del calendario gregoriano, me sigue produciendo gusanillo, ilusión, nervios…como una niña en su primer día de colegio. Y me llama la atención que muchos niños con los que he hablado estos días, bastantes y de muchas edades, no tengan ningunas ganas de volver allí. Con las ganas que tenía yo siempre de ver  a mis amigas, de ver si había “algun nuevo”, de que mi madre me forrara los libros, de comprarme cosas en la papelería, de ver de nuevo a los chicos del colegio de al lado. Será eso, será que soy persona de rutina.

Y será también que me niego a pensar que a las personas, tengamos la edad que tengamos y nos encontremos en la situación económica en la que nos encontremos, en el mundo civilizado donde vivimos y por mucho que los de arriba nos den por todas partes y de todos los colores, se nos acabe la capacidad de ilusión, de soñar despiertos y de disfrutar la vida.

Buena rentrée a todos.